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Los cantamañanas

julio 29, 2009

Este es el fragmento de la columna de este domingo de Maruja Torres.  Me pareció interesante compartirla con los que ya no compran el periódico, porque cada día tiene menos páginas y publican más tonterías.  Habla sobre la motivación, esa palabra malainterpretada que utilizan tus jefes para desacreditarte cuando te niegas a sumarte a su carrusel de «hay que vender la noticia», a toda costa. Si no te contagias de esa iniciativa, porque tú todavía crees en la información y su valor en sí mismo, pero no en el espectáculo informativo, aluden a tu falta de motivación…Bueno, aquí les va…Cada cual con su motivación.

«La motivación es hoy un asunto peliagudo, lo mires por donde lo mires, amor. Entre motivar a un estudiante y dar cursillos de motivación a jefes y capataces para que sean capaces de motivar al trabajador media un estrecho que es, más que un trecho, un océano. Los motivados cargos medios salen del curso meneando el culillo y se encuentran no sólo con que los empleados ya no están para hostias, sino con que apenas quedan empleados, porque han sido previamente motivados para que se larguen a casa. Por todo ello, al encontrarse ante los jóvenes y eternos becarios de treinta y tantos, a los motivadores sólo les queda una opción: motivarles para que hagan ver que se motivan, o motivarse para soportar el desprecio que su motivación provoca. Patético.

Esos chantas deliberadamente ignoran que lo único que motiva –y no me hablen de Gladiator en versión Guardiola: estamos hablando de trabajadores algo menos retribuidos que los futbolistas– es ver que el trabajo bien hecho se aprecia y se recompensa; y que quienes meten la pata repetida e intencionadamente son penalizados. Por el contrario –qué les voy a contar a ustedes–, nada desmotiva más que asistir a la continua escalada de los más inútiles y de los más pelotas y de los más dóciles. Eso sí que es un cursillo en vena. Hace demasiado tiempo que la mediocridad campa por sus respetos, y presumiblemente tenemos para largo.

El paraíso de los cantamañanas continúa con las puertas abiertas: entran y salen, salen y entran.»