No voy a poder ir a las exposiciones de esculturas, porque tengo la tendencia irreprimible de tocar. Hoy fuí a ver ¿Olvidar a Rodin?, la muestra que ha organizado Mafre en su fundación del Paseo de Recoletos, en Madrid. Me reconcilió con el arte y me provocó sensaciones. ¡Qué bueno volver a sentirlas! y que sea el arte quien las provoque. Es que hace varias semanas la muestra de Matisse en el Thyssen me dejó tal indiferencia en el alma que pensé que me había quedado frígida de por vida. A Rodin lo conocía y sus esculturas tienen una gestualidad que es como si te hablaran, quizás es que me acerco demasiado, pero me vienen ganas de calmarlas o de darles un achuchón de consuelo. Casi nunca erótico, debo decir. Descubrí a un escultor ruso, Archipenko, parte de ese grupo de artistas que se refugió de la tranquilidad de principios del siglo XX en un París, donde sólo importaba el arte y no la mujer de Sarkozy. El ruso tiene tres piezas, una de ellas hecha con cemento.
La muestra está organizada en dos plantas, pero me quedo con la alta. Con la fantástica mujer de Maillol, ‘La mediterránea’, esa mujer de anchas espaldas, tan real como sensual, a la que le hubiera paseado mi mano por encima si las dos guardianas de la sala no hubieran adivinado mis intenciones. Quizá si me hubieran dejado hacerle un par de fotos para tranquilizar mis manos, pero tampoco estaba permitido. Id a verlas, yo me quedé feliz, pero intranquila. Ante tanto cuerpo de mujer.